Me acuerdo perfecto el día que lo conocimos, yo le dije a Memo:
-Sólo lo vamos a conocer, no nos lo vamos a traer todavía...
Llegamos a la casa de nuestro cuate Lucho, y cuando nos sentamos en el sillón salió volando Bruce Wayne para saltarnos encima... and that was it. Me enamoré perdidamente, y memo también, y nos fuimos los 3 juntos. Él ya no era un bebé, tenía un año y 3 meses cuando lo conocimos, había nacido un 29 de agosto del 2010 (el año que nos casamos).
Desde ese momento fuimos siempre los 3, Memo, Bruce y yo.
Fuimos a comprar un kennel, comida, y creo que hasta correa, no teníamos nada listo porque de verdad no nos lo íbamos a llevar ese día!
Me gustaba su nombre, Bruce, en realidad Bruce Wayne, pero el nombre que a mí siempre me había encantado era realmente Bruno, por el perro de la cenicienta! Intenté siempre llamar a alguien Bruno, lo intenté con el perro de una amiga, un gigantón de nombre Jagger que nunca me peló mi intento por llamarlo de otro modo. Lo intenté con Bruce, varias veces intenté llamarle Bruno, pero tampoco pegaba, hasta que pues, después, ya saben, pegó... (pero esa es otra historia).
Bruce estuvo con nosotros siempre, Memo lo llevaba a la oficina, lo llevaba en la bici, lo llevábamos al parque, a la playa, a la marquesa, a casa de los "abuelos", en cada mudanza nos acompañó. Se ponía nervioso cuando nos veía empacar, pero se quedaba junto a nosotros.
Le encantaba el atún, las galletas marías y la manzana, y cada que podíamos, lo consentíamos. Le compramos ropita, se la quitamos, le hice almohadas, me destrozó mi chamarra favorita, le compramos mil millones de pelotas y juguetes que deshizo, le encantaba que le secara el pelo con la secadora, tomar el sol que entraba por la ventana y hacerse piojito con las plantas o con el edredón en la orilla de la cama. Era el perro más sediento del mundo.
Le llegó un hermano perrito y trató de guiarlo, comprenderlo, quererlo, hasta que Thor creció y ya no pudieron ser más amigos, y Bruce se quedó con nosotros. Le llegó un segundo hermano ahora humano, y de ese si ya no se pudo deshacer.... y luego le llegó la hermanita...
Lo disfrazamos, nos reímos, nos correteamos, le tomamos fotos, videos, le rascamos su pancita (yo insisto que siempre que le rascaba su pancita, sonreía, aunque memo dice que los perros no pueden sonreír, yo sí veía su sonrisa :) y ohpordios como amaba cuando se ponía muy feliz y nos meneaba su micro colita ˆ–ˆ
Bus chachó pata, se hizo alérgico a las vacunas, al pollo, y al final ya no podía comer nada nada más que sus croquetas especiales, casi nos lo atropellan en Patriotismo, el tocayito le rasguñó el ojo, nunca aprendió a darme la patita, pero sí se sentaba y se echaba.
Fue mi primer perro...
Y lo quise y lo amé tanto, y lo consentí, y lo acaricié, y lo bañé y le sequé su pelito. Y me dormí con él, y memo también (cada sábado a las 4 de la tarde, en el sillón del departamento de recién casados). Y me lo puse en la panza cuando estaba embarazada, y platiqué con él, y lo abracé y le di de comer lo que le gustaba, y le hablé agudo y le dije Brucilingui milingui, y otros tantos nombres ridículos y me lo tatué en mi brazo derecho.
Y el 30 de abril le dio un ataque, algo raro le pasó, se quedó inmóvil. Llevaba días sin querer bajar a hacer pipí, ni popó, a veces se saltaba el desayuno o la cena, se le veía triste, cansado, ladraba y algo le dolía. Una noche antes, después de cenar, vomitó, se hizo pipí, se hizo popó... y se fue a meter a su kennel.
Ese día llevamos a mis hijos con mis suegros, y llevamos a Bruce al veterinario de nuevo. Lo revisaron, y después de decirnos sus mil dolencias, tomamos la peor decisión que se puede tomar, sabiendo, o tratando de comprender que era la mejor... sigo sin comprenderlo al 100 pero trato.
Lloré y lloré a su lado, y lo abracé todo el tiempo, tratando de que el sintiera todo mi amor, le ofrecí disculpas mil y un veces y se quedó dormido.
Y escribo todo esto aquí en la sala, sentada en el piso en donde me gustaba sentarme junto a él en las noches cuando nos quedábamos solitos, y que se acostaba en mis piernas hasta que se hartaba de mi y mejor se acostaba en su camita junto a mi. Extraño escuchar el ruido de sus patitas en el piso, sus ronquidos, su respiración fuerte, sus ladridos cada que llegaba Mary a la casa o cuando sonaba el timbre. Extraño sus babas y sus punes, extraño acariciarlo y que se me quede la mano toda polvosa. Extraño peinarlo con su cepillo de corte de pelo, pasarle la secadora cuando me acompañaba a secarle el pelo a los niños y ponerle su agüita limpia.
Te amo Bruce, por siempre.