martes, marzo 30, 2010
... tacones ...
El otro día mi papá nos mandó un correo electrónico a mi hermana y a mi que hablaba de los tacones.
[Mi padre siempre ha querido que seamos unas chicas de traje sastre, de faldita y de tacones, pero le ha tocado la mala suerte de que tuvo hijas poco comunes, de las cuales una ganó el premio a "La más pandrosa" de toda su prepa, y la otra era clasificada como "tu amiga la fachosita" por la mamá de uno de sus amigos más cercanos.
No se en qué punto de nuestra educación nos perdimos en el camino que mi padre tanto se esforzó en formar, siempre argumentando que para eso nos compraba ropita de "el Palacio".]
Así pues, el correo que nos mandó decía lo siguiente:
"Un sonido de tacones que se acercan (o que se alejan) siempre será símbolo de feminidad y glamour."
A continuación detallaba una guía básica de cómo usarlos, con qué usarlos, cómo caminar con ellos y hasta sugería el clásico ejercicio de caminar con un libro sobre la cabeza para poder caminar segura y con "un poco de altivez que acompaña a un andar elegante y femenino".
Al final de la extensa guía básica, venían 2 renglones informando acerca de las desventajas o consecuencias de usar tacones, si, sólo 2 renglones.
El texto cerraba con esta pregunta que seguramente quería poner a pensar a todas las mujeres (seguro): "Y tú, ¿te decides por los tacones o eres de las que prefiere andar a ras de suelo?"
mmm, complicado...
A mi hermana y a mi nos dio bastante risa el esfuerzo de mi papá por regresarnos al buen camino de los tacones y casi casi el traje sastre.
Yo admito que soy fan de los zapatos y muy fan de los tacones, y que si en este momento no estuviera ahorrando cada centavo, ya habría agregado a mi colección unos 3 pares más. El destino me ha llevado a un trabajo en el cual tengo que usar pantalones de vestir y no puedo, nunca, ni en viernes de "business casual" usar tennis; es por eso que he desempolvado mi colección de zapatitos de barbie y los he usado más que nunca, es más, admito que un día preferí dejarme los tacones y no cambiármelos por mis zapatitos de piso, porque ya no me molestaban (y me dió miedo estar adquiriendo el síndrome de la Nana Fine, que sin tacones pierde el equilibrio).
A pesar de ese esfuerzo de mi padre, y de nuestra conducta "anti-gustos-de-papá" mi hermana y yo poseemos lindas piernas que lucen muy bien subidas en unos tacones, y que además los usamos con gracia y elegancia debido al ejemplo que tenemos de mi madre, cuando aún podía usar tacones altos y delgados.
Que por qué mi madre ya no usa? Ah pues porque los tacones lastiman la espalda y las rodillas, mucho.
Además de esto, sin padecerlo mi madre, los tacones causan deformidades en los pies, juanetes, callos, y dolor en la espalda, la cadera, los talones, los dedos y a veces hasta en las uñas.
El pie está diseñado para sostener el peso del cuerpo, no es natural sostenerlo en sólo la mitad, además se altera el equilibrio, por lo cual uno es más propenso a sufrir caídas, torceduras y hasta fracturas.
Y bueno, si es tan bueno usar tacones, por qué los hombres no los usan? En los años setenta se veía a muchos con botas con tacón alto, ¿por qué los dejaron de usar? Seguramente algún diseñador de zapatos y plataformas, después de un día de usarlos y acabar muy cansado con dolor en los pies y en la espalda, pisó mal y se torció el pie, y se dio cuenta que son un poco dañinos. Pero por qué ese afán de no dejar libres a los pies de las mujeres? No lo se. Según los médicos lo recomendable es no exceder el uso del tacón de 3 horas diarias, 2 ó 3 veces por semana. [ayyyy goooeyyyy, y uno que tiene que trabajar diario con tacones, como le hace?]
Mi hermana sugirió que si las mujeres quieren tener una buena postura y piernas largas y estilizadas, que hagan ejercicio y dejen de buscar el remedio en los tacones.
Así es, lo correcto sería ponernos a hacer ejercicio y dotarnos de piernas y cuerpo saludable y sin dolor y gastar nuestro dinero en cosas más útiles que en simples (pero hermosos) aparatos de tortura. Claro, eso sería lo correcto, pero a pesar de mi postura feminista y "anti-gustos-de-papá", no puedo evitar detenerme enfrente de un aparador con tacones hermosos, y quererlos todos, si, t-o-d-o-s. Por lo que he decidido, damas y caballeros, que dejaré de luchar! Si no puedes contra el enemigo, úsalo. Con permisito, orita vengo, voy a comprarme un par.
[Por cierto, mi cumpleaños se acerca, y mis sugerencias de regalos se encuentran en Steve Madden, Nine West, Sixty seven, Aldo y zappos.com jaja]
lunes, marzo 01, 2010
... amo la ciudad ...
Sábado, Distrito Federal.
8:35 am cruzando la ciudad por todo periférico, desde el norte hasta donde se agarra Viaducto.
Se hacen tan sólo 10 minutos, con el sol en la cara, la música llenando mi ruta.
Manejando cual sateluca, la ventana abajo, el brazo recargado en la ventana, que felicidad.
15 minutos más para llegar hasta mi destino final, la Narvarte.
Estos rumbos eran desconocidos para mí, sateluca de corazón y casi de ubicación.
La Condesa, la Roma, la del Valle, la Narvarte tiene poco que las conozco, y creo que ya las amo.
No es que desconozca mis rumbos, ni que ya no los quiera más, simplemente ahora amo todo todo, la ciudad completa.
La ciudad (en conjunto con el área metropolitana) es el único lugar donde el "verde" es un sabor, y te lo venden en un tamal que no conforme con la masa del mismo, lo ponen dentro de un bolillo, y pa que resbale, te dan un atole, con más masa.
Hay desfile gastronómico todo el día. Te encuentras el tamal en la mañana, chicharrones a medio día, esquites en la tarde, camotes en la noche.
Amo el olor de la mañana en la ciudad, sobre todo cuando está amaneciendo y se siente el calorcito húmedo, pero aún huele a fre'co. Amo escuchar los pajaritos. Amo periférico sin tráfico. Amo ponerme mis gafas cuando el sol da en la cara y no me importa levantarme temprano en fin de semana si voy a gozar de estas maravillas.
8:35 am cruzando la ciudad por todo periférico, desde el norte hasta donde se agarra Viaducto.
Se hacen tan sólo 10 minutos, con el sol en la cara, la música llenando mi ruta.
Manejando cual sateluca, la ventana abajo, el brazo recargado en la ventana, que felicidad.
15 minutos más para llegar hasta mi destino final, la Narvarte.
Estos rumbos eran desconocidos para mí, sateluca de corazón y casi de ubicación.
La Condesa, la Roma, la del Valle, la Narvarte tiene poco que las conozco, y creo que ya las amo.
No es que desconozca mis rumbos, ni que ya no los quiera más, simplemente ahora amo todo todo, la ciudad completa.
La ciudad (en conjunto con el área metropolitana) es el único lugar donde el "verde" es un sabor, y te lo venden en un tamal que no conforme con la masa del mismo, lo ponen dentro de un bolillo, y pa que resbale, te dan un atole, con más masa.
Hay desfile gastronómico todo el día. Te encuentras el tamal en la mañana, chicharrones a medio día, esquites en la tarde, camotes en la noche.
Amo el olor de la mañana en la ciudad, sobre todo cuando está amaneciendo y se siente el calorcito húmedo, pero aún huele a fre'co. Amo escuchar los pajaritos. Amo periférico sin tráfico. Amo ponerme mis gafas cuando el sol da en la cara y no me importa levantarme temprano en fin de semana si voy a gozar de estas maravillas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)