lunes, julio 20, 2009

... un pulpo la llevó al mar ...



De pie, observando, inexplicablemente el mar se separa del cielo y de la arena haciendo una ola interminable, una ola que viene y va, y regresa y nunca se va realmente. Es como un rodillo de proyección interminable.

De pie, sintiendo, inexplicablemente las rodillas empiezan a temblar, el cuerpo se balancea hacia adelante y hacia atrás. Cree, o más bien alguien le ayuda a pensar que es mejor sentarse.

Se sienta sobre un tronco blanco con ranuras café oscuro, es muy rugoso, y seco. Y sigue observando la ola interminable, la ola que viene y va, y regresa y nunca se va realmente.

Escena 1: Se sienta sobre un tronco con ranuras café oscuro, rugoso y seco, y sigue observando la ola interminable.

Escena 2: Se sienta de nuevo sobre un tronco con ranuras café oscuro, rugoso y seco, y sigue observando la ola interminable. Toca el tronco con sus manos, pues según ella ya estaba ahí, pero ahora todo parece nuevo...

Escena 3: Se sienta de nuevo sobre un tronco con ranuras café oscuro, rugoso y seco, y sigue observando la ola interminable. Toca el tronco con sus manos, pues según ella ya estaba ahí, pero ahora todo parece nuevo... de nuevo...

Escena 4: de nuevo...

Cada tercio de segundo empieza la escena de nuevo, de nuevo, de nuevo. Ella sabe que está ahí, que está en la escena que empieza de nuevo y que en realidad es sólo una escena que no empieza de nuevo. Sabe que no se ha movido, pero cada tercio de segundo su cuerpo se mueve involuntariamente como si empezara la escena de nuevo, desde un ángulo sólo un poco diferente. Tac, tac, tac. La hace dudar.

Decide que lo mejor es no ver el mar, pues la hace dudar más. Lentamente voltea hasta darle la espalda y sigue ahí, sentada de nuevo sobre el tronco con ranuras café oscuro, rugoso y seco, observando ahora el montículo de arena y tocando el tronco con sus manos. La escena ahora es amarilla por completo. Típica escena de flashback; flashes, amarillos casi sepias, zoom in, zoom out.

Siente que sueña que está soñando que está soñando que está soñando y que cada tercio de segundo despierta y se da cuenta de que sólo sentía que era un sueño. Tac, tac, tac.
Quisiera dormir un poco pero le da miedo dormir para siempre, pues cada escena, a pesar de durar un tercio de segundo y repetirse constantemente, le parece eterna.
Su boca está seca, pastosa, tiene sed. Su cuerpo está caliente, el sol brilla con toda su fuerza. Mejor será escapar de ahí, le sugieren; si es que logra ponerse de pie, piensa.

Lo logra y camina hacia la sombra, siente su mirada perdida y la de la gente sobre de ella. La fuerza del sol hace que la arena hierva bajo sus pies; corre. Llega a la sombra, lo ha logrado. Un trago de coca-cola moja su boca. La música de la palapa vecina le ayuda a reconocer que aún está conciente, que aún tiene ritmo; al pegar en la silla al compás de la música su preocupación empieza a desvanecer. "Qué bueno que escuchamos 'el carnavalito'"; y hasta recuerda su infancia con esa canción.

"Prueba este limón", le dicen para distraerla. Lo prueba. Qué cosa.
Siente cómo explota cada gajo, cada pequeño gajo dentro de su boca, dejando escapar ríos de jugo ácido y delicioso, llenando su boca de saliva y su vista de verde. Le pone granos de sal, lo vuelve a probar; jamás había comido un limón así, tan jugoso, tan explosivo, tan ácido, tan verde. Ahora sólo cuando se detiene a pensar en el limón, se repite la escena, menos veces cada vez. Ahora no le preocupa que la escena se repita para siempre, ya se hizo a la idea.

Es gracioso cómo sale arena de la ropa de la gente, cuando no se da cuenta. Ríe.

De la playa llegó un pulpo; llegó cuando terminó de guardar su casa. Se sentó con ella y la abrazó para convencerla de que todo estaba bien. La idea de una escena interminable de limón con sal aún rondaba en su cabeza cuando de pronto el pulpo la besó. O ella lo besó. O los dos se besaron. Sus ojos cerrados sólo veían siluetas en púrpuras y rojos, partes de cuerpos delineadas con brillo de neón mientras sentían besos, bocas, labios. Esta escena sí se puede repetir para siempre, no le da miedo perderse ahí.

"Has tenido un orgasmo sólo de imaginar?", preguntó ella, pues quería saber si lo que estaba sintiendo era posible. "La imaginación está cañona", gimió. Las siluetas púrpuras y rojas brillaban cada vez más con ese brillo de neón extraño, poco común, y cambiaban de forma, de tamaño, de posición hasta que estallaron y se volvieron blancas.

Esa tarde un pulpo vino y la llevó al mar.